¡Tierra trágame!

Esos momentos de vergüenza total, se acentúan con la maternidad/paternidad.

Pataletas en medio de la calle (que hay que ignorar, aunque te estén mirando tres o cuatro personas con cara de reprobación, mientras asienten), verdades como puños que ofenden («mamá en el ascensor no, que ese vecino está muy gordo y no cabemos«) y situaciones diversas y encantadoras que te hacen pedir a la tierra que te absorba rápido, aunque dejes al niño allí, solo ante el peligro.

PicsArt_08-17-01.24.38Una situación de estas se produjo la semana pasada cuando, buscando algunas cosillas para decorar la casa, entré con mi familia al completo en Maisons du Monde. Nunca había entrado porque pensaba que vendía muebles grandes y que era una tienda cara (¡qué tendrá el francés! si se hubiese llamado Casas del Mundo, tal vez ya habría entrado…) y resulta que me encantó.

Cuando entras en un sitio donde los niños se creen que pueden tocar todo, porque está dispuesto como si fuera para disfrutar allí mismo, no tienes ojos ni brazos para retenerlos. La tienda a la que fuimos tenía dos plantas y al entrar se dispersaron como ratones, se llamaban de una planta a otra: «ven, mira cómo mola esta manta pelusilla» «yo primer para sentarme en esta silla de colores» (con discusión entre ambos, incluso algún intento de agresión física) «mira mamá, este puff peludito es mi sueño» (para representar que le gustaba, cogió el puff que estaba perfectamente colocado en un rincón de una habitación monísima, y en medio de la tienda se tiró encima como si estuviera en un combate de la WWE).

PicsArt_08-17-01.35.33En estas, su padre y yo intentando escoger una lámpara, y jurándonos que no volveríamos a pasar por el trance de llevar a nuestros vástagos a una tienda de decoración (esta promesa ya nos la hicimos la última vez que estuvimos en Ikea, pero es difícil de mantener… Se te olvida el mal trago, hasta que el «déjà vu» te refresca la memoria).

Hubo un momento que fue el realmente complicado: tengo un hijo que hace música con todo lo que pilla, siempre aporrea los recipientes en el supermercado para descubrir su sonoridad y, si le gusta, entonces saca el Ringo Starr que lleva dentro. Pues ese baterista en potencia que tengo en casa, cogió no sé qué palo de no sé dónde, y empezó a tocar sutilmente los vasos de un estante. Poco a poco empezó a dar con mas fuerza (fue entonces cuando me di cuenta) y, dejando lo que estaba haciendo, fui histérica a decirle: «¡¡¡¡¡¡deja esoooooooo!!!!!!, pero no te das cuenta que puedes romper los vasoooooossssss» y ante su cara de estupor, añades una píldora educativa que en ese momento no sientes, porque lo que temes es que la líe parda: «¡¡y te cortas si se rompe un vaso, de los doscientos de la estaríaaaaa!!» (así por lo menos parece que velo por su integridad física y no corto su creatividad…) y en el acaloramiento, empiezo a escuchar una voz, desde el piso de arriba que dice: «Por favor, la señora que está gritando a su hijo, que venga un momento. Sí, sí, usted, la que está peleando con su hijo, que me haga caso» Mi hijo pequeño me llamaba, de una manera encantadora, y había por lo menos cinco personas mirando, tanto al niño-megáfono, como a la madre-regañona¡Tierra, trágame!

Aunque no sé si me dolió más que llamara la atención sobre mi regañina o que me llamara señora 😉

¡Feliz final de semana!

 

 

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