La palma

Hace unos meses, me enviaron un vídeo sobre la grasa de palma, que me dejó un poco impactada.

PicsArt_10-15-11.20.00Empecé a mirar los productos que compraba y me di cuenta que muchos de ellos llevaban grasa de palma (galletas, hojaldre, patatas, bollos…)

Como mis hijos me veían mirando ingredientes y dejando cosas de nuevo en la estantería, me preguntaron por qué y les comenté que teníamos como reto no comprar nada que tuviera grasa de palma.

La palabra reto es mágica para los niños (igual que para mis hijos son mágicas merienda-cena y sorpresa) y se lanzaron por el pasillo de bollería industrial, buscando la palma en los ingredientes… Se quedaron solos, porque todo tenía palma: magdalenas, tienen palma; panes de leche, tienen palma; galletas de chocolate, tienen palma… Vamos, todo lo que les encanta tiene palma. Cada vez estaban más indignados «¡todo tiene palma, mamá!» «bueno, ya será menos, ¡mirad estas tortitas de avena integral, no tienen palma!»

Os prometo que yo me había propuesto ser flexible, pero eran ellos los que no dejaban de mirar en todo lo que comprábamos, y los que reintegraban los productos con palma a su sitio. En parte agradecí el reto, porque dejamos mogollón de «guarrerías» sin comprar, y ya no han vuelto a entrar en casa. Desde aquel día, sin necesidad de que nadie les diga nada, ya no paran de mirar los ingredientes a todo. Estando hace poco en Ahorramás, que te hacen ofertas en la línea de caja, nos dice la cajera: ¿queréis llevaros las berlinas de chocolate por un euro?» y en vez del simple «no, gracias» mis hijos dijeron: «no, porque llevan palma, ya lo hemos mirado» la cajera me miraba, y no entendía…

PicsArt_10-15-11.56.44Pero el colmo ha sido el sábado en el mercadillo, donde fui con mi hijo para comprar fruta. Pasamos por el típico puesto que tiene encurtidos chucherías, y bollería industrial. La experiencia ya les dice que la palma está presente en todos y cada uno de esos bollos que les encantan. En el puesto había una persona esperando y otra siendo atendida, y mi hijo, se colocó frente al puesto y soltó a voz en grito: «¡tooooooodo lo de este puesto, tiene palma!, ¡TODO! ¡la palma es malísima!» La tendera me miró con odio, como diciendo: «¡sujeta a tu hijo, perroflauta!«, una persona abandonó el puesto y la otra no sabía si pagar las bombas adquiridas… mientras mi hijo seguía diciendo: «¡todo, todo…!» como un poseso…

Lo que sí he aprendido es que no hay nada como que los niños sean los que tengan las normas interiorizadas, las cumplen que da gusto y, si pueden, las hacen cumplir… 😉

¡Feliz semana!

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