Hoy escuchaba a Alberto García Bataller en el podcast de Cristina Mitre, que no se debería hacer deporte a partir de las seis-siete de la tarde, porque te activas y es más difícil conciliar el sueño. Y… tiene razón, me he puesto a hacer zumba con mi hija a las 18:30 y ha sido una cagada tan grande como mojar a un Gremlin. Después de la zumba, sin parar de saltar, he cocinado croquetas, con una lista de Spotify que considero tranquila porque me quería relajar y, contra todo pronóstico me he venido arriba hasta con el anuncio de Spotify Premium.
Cuando yo era pequeña, tenía una vecina que se empeñaba en cantar como Mariah Carey. No paraba de intentarlo, todo el día cantando con un karaoke que le debió regalar algún «odiador» de vecinos. Le gustaba mucho Dreamlover con ese grito irreproducible del principio, que os podéis imaginar cómo le salía… Cantaba, como si no hubiera un mañana. Hoy me he sentido identificada con ella, cantando a voz en grito una canción de María Dolores Pradera. ¡Cómo he chillado, como si no hubiera un mañana!
Y es que si algo nos enseña el confinamiento es que, cuando podamos salir, haremos todo como si no hubiera un mañana:
Achuchar a los nuestros como si no hubiera un mañana.
Bailar con nuestra pareja como si no hubiera un mañana.
Quedar con nuestros amigos y familiares como si no hubiera un mañana.
Hacer nuestro trabajo y nuestro estudio con ganas, como si no hubiera un mañana.
Perdonar, querer, sonreír y dejar pasar chorradas, como si no hubiera un mañana.
Abrazar, hablar, mirar a los ojos, como si no hubiera un mañana.
Soportar el rollo de la vecina, mantener las conversaciones de ascensor, sonreír al portero… como si no hubiera un mañana.
Tratar a ese cliente, poner una sonrisa a un compañero… como si no hubiera un mañana.
Porque hemos aprendido que todo puede desaparecer de un plumazo. Que puede suceder algo inesperado que no nos permita volver a abrazar y besar como antes, que no nos deje bailar, que nos impida quedar con nuestros amigos y familiares, que no nos deje ir a nuestra oficina ni a nuestro cole, que nos quite la oportunidad de pedir perdón a ciertas personas, que no nos permita mirar a los nuestros a los ojos, que nos aleje de la vecina y que no queramos tocar el ascensor, que nos impida hablar con nuestros clientes o ver a nuestros compañeros… Algo que no nos deja ni enterrar a nuestros muertos.
Por eso reza, perdona y pide perdón, agradece, ama, pon tu tesoro (y por tanto tu corazón) en algo que ni este puñetero virus se pueda llevar y haz todo lo bueno como si no hubiera un mañana, porque EL MAÑANA ES HOY.
Por cierto, yo no sé vosotros, pero yo viendo el vídeo de Mariah Carey no he podido parar de pensar: “mírala, ahí en el campo, libre y todos bailando, dándoles el aire en la cara, ¡qué envidiaaaaaaa!”. Bueno… eso y que hace veintisiete añazos del lanzamiento de la canción ¡ahí es nada!